Marco Gandásegui fue mi profesor del curso Introducción a
la Sociología en los años ochenta. Cuando era su estudiante, me incomodaba que
hablara tan quedo y despacio. En esa época, en que los estudiantes éramos muy
respetuosos de nuestros maestros y, no se me hubiese ocurrido decirle, ¡hable
más alto que no le escucho ¡como hacen hoy día los estudiantes, sí sabré yo…
que tengo 25 años de docencia universitaria, escuchando de todo.
Volví
a encontrarme con mi profesor a inicio de este siglo cuando se conformaba la
junta directiva del Consejo Técnico de Sociología. Representaba a un gremio de
la Sociología, el Colegio de Sociología y Ciencias Sociales de Panamá y él a la
Asociación Panameña de Sociología (APSO),
el primer gremio que se formó en el país, de nuestra profesión. En ese momento,
mi gremio era nuevo y, enfrentamos alguna resistencia de parte de él y otros
colegas. Nunca supe ¿por qué?, lo cierto es que no teníamos una buena relación.
Pasaron los años y, en 2010, en el marco del Congreso Nacional de Sociología
nos volvimos a ver en el comité organizador. Me propuso hacer un programa de
radio en la emisora universitaria (UP), que llevamos por un año; tratando temas
con invitados que participarían en el congreso y sobre temas de coyuntura. De allí, recordé, que había sido él, del que
había aprendido, ¡cuál era la promesa de la Sociología¡. Siempre le hablaba a
mis estudiantes, que la Sociología era una ciencia social que investigaba la
realidad social para reflexionar, para contribuir a los cambios sociales con el
conocimiento que se producía en ese proceso. Esa vez comprendí, que a pesar de
que el habla muy pausado y tal vez, con un bajo tono, yo le había prestado siempre
atención. Me invitaba a ir con él o, a
veces ir sola a promocionar el congreso, por la televisión y la radio.
Explicaba, siempre que le preguntaban algo relacionado con nuestra profesión,
lo mismo que hacia en clases. Nunca
dejaba de ser un docente.
En
los últimos diez años, participé con él, en el comité organizador de los
congresos nacionales de Sociología auspiciados por la Universidad de
Panamá. Valoré su trabajo académico y
él, también aprecio mi labor en éstos. Con los años, si bien, no nos hicimos
buenos amigos, aprendimos a estimarnos como colegas y a respetar las decisiones
que tomábamos entorno a la organización de estos eventos.
Era
un hombre estimado por muchas personas, lo entendí al trabajar con él. Si teníamos alguna dificultad de fondos para
el suministro de materiales o algún trámite, el me ayudaba. No era una persona
que demostrara su emociones o afecto, aunque varias veces lo vi enojarse; sin
embargo, existía un respeto mutuo que consolidamos en ese tiempo. En los últimos años, a pesar de que dejamos
de trabajar juntos, me daba cuenta de su aprecio, porque cuando llegaba a un
lugar y él estaba rodeado de personas, venía y me saludaba y hasta se alegraba
de verme.
Aprendí
de él, ¿qué es la Sociología?, hacer guiones para hablar en la radio, hacer
programas de congresos, a escribir reseñas y… apreciarlo por su capacidad organizativa,
por el manejo con las personas estableciendo límites de respeto y apreciar el
valioso aporte de sus ideas a la consolidación de nuestra profesión en
consonancia con su participación en los movimientos sociales. Era incansable en la lucha social,
consistente con la construcción de una teoría social, como referente del país,
en Latinoamérica y el mundo. Hoy Panamá ha perdido a uno de sus más preclaros
pensadores de la Teoría Social de nuestro país. Adiós Maestro.